Diálogos. Desde evang 17 abril22

  • 17 de Abril de 2022
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¡Feliz día, feliz domingo de Resurrección!
¡Feliz pascua de resurrección!

No es un anuncio estático y quieto, sino que supone moverse, andar, dar pasos hacia la luz, hacia el futuro, hacia la vida.
No es un saludo solo así meramente optimista, sino que es un saludo de esperanza , una esperanza que, por ello, ofrece sentido, cuando parecía que no había razones para ello.

Es el primer día de la semana. Aun está oscuro. Pero está amaneciendo. Y María Magdalena sale y se pone en camino. A prisa. Medio escondida por el miedo pero impulsada por el anhelo, por el amor.

De hecho todos los personajes del evangelio de hoy están en movimiento. María, como digo, pero también Pedro y el otro discípulo.
Todos corren en ese amanecer de aquí para allá buscando signos de sorpresa, de presencia, señales de vida.

Y ¿A mí que me supone – como creyente- celebrar la resurrección de Jesús?
¿Hacia dónde me mueve? ¿hacia dónde me hace salir? ¿de qué muertes me saca?


Hay una palabra que se repite en el texto hasta cuatro veces.
Y es “vio”
María Magdalena vio la losa quitada.
El otro discípulo vio los lienzos tendidos. (Los lienzos que habían utilizado para el enterramiento)
Pedro vio los lienzos y el sudario con el que le habían cubierto la cabeza

Pero no saben leer, no llegan a interpretar esos signos.
Solo al final. Al final, sí. Es el discípulo amado (Porque el amor ve más y más allá)
El que no solo vio. Sino que dice el evangelio que vio y creyó.
Y recordó y comprendió lo que las escrituras habían dicho de Jesús: “Que él había de resucitar de entre los muertos.

La vida está llena de signos. Signos de vida. Signos de Dios.
Lo que tenemos que cambiar no son los signos, sino la mirada.

¿Cómo es mi mirada a la realidad? ¿Dónde pongo la atención?
¿Se interpretar de qué me están hablando los acontecimientos diarios? ¿Lo que me dicen los demás?
¿Sé descubrir señales de vida, incluso donde parece que solo hay muerte?

¿Sé descubrir al Resucitado en medio de mi vida y de realidad?
¿Puedo decir con esperanza y confianza que…

El está ahí en medio de nuestras cosas, sosteniendo y animando todo lo bueno, lo justo y honrado que tiene nuestra vida.

Que Él está en nuestros proyectos, expectativas y futuro, manteniendo la ilusión y la esperanza, contra todas las dificultades.
Que El está en nuestras lágrimas y penas como consuelo permanente y misterioso.

Que El está en nuestra misma muerte como vida que triunfa cuando parece extinguirse.

Que Ahora, en la Resurrección de Jesús, sabemos que ningún grito queda sin ser escuchado por Dios. El Resucitado está en nosotros y con nosotros para siempre.


Pero, por último, el encuentro con el Resucitado no es solo un mero empeño y esfuerzo personal… sino que también tiene parte de sorpresa, de dejarse sorprender por él.
Y de dejarse “coger” por el testimonio de otros creyentes, que afirman que está vivo y acompaña nuestro camino.

Si nos ponemos en esa actitud, El se nos aparecerá y llenará nuestra vida de luz, de decisión y de Vida.

Esta mañana
enderezo mi espalda,
abro mi rostro,
respiro la aurora,
escojo la vida.

Esta mañana
acojo mis golpes,
acallo mis límites,
disuelvo mis miedos,
escojo la vida.

Esta mañana
miro a los ojos,
doy mi palabra,
escojo la vida.

Esta mañana
remanso la paz,
alimento el futuro,
comparto alegría,
escojo la vida.
Esta mañana
me hago cargo,
te cargo, ¡tan frágil!
y me encargo de la realidad.
Y…, samaritana y compasivamente,
escojo la vida.

Esta mañana
te escucho en silencio,
te dejo llenarme,
te sigo de cerca,
escojo la vida.



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