Día de difuntos. 2 Nov-2025.Elorriaga
Todos y todas los que estamos aquí hoy tenemos experiencia de la muerte, porque todos hemos perdido a alguna persona querida.
Y por tanto, sabemos por propia experiencia, que la muerte de nuestras personas cercanas, la muerte de nuestros seres queridos, provoca un dolor emocional y un vacío difícil de llenar.
Y genera, muchas veces, una sensación de desorientación y confusión, haciéndonos sentir inseguros ante el futuro.
Y hoy, en la eucaristía de este domingo (2 de noviembre Día de los difuntos), tenemos una intención: rezar y recordar a las personas fallecidas.
Recordar.
Recordar a los difuntos cumple una función profundamente humana y espiritual.
No se trata de mirar al pasado sino de dar sentido a la vida, al amor y a la pérdida.
El recuerdo (dicen los expertos) debe llevarnos y nos debe ayudar a integrar la perdida, a expresar emociones y a mantener el vínculo con la persona querida.
Pero nosotros, más simplemente, al recuerdo lo llamamos pasar una y otra vez por el corazón.
Recordare de cor-cordis=corazón.
Recordar no es estar en un lamento. Ya el apóstol Pablo se lo escribía a la comunidad de Tesalónica.
“Acerca de los difuntos quiero que no sigáis en la ignorancia, para que no os aflijáis y os lamentéis como las personas que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, lo mismo Dios, por medio de Jesús, llevará a los que han muerto a estar consigo”
Y , por eso hoy, además del recuerdo, nos afirmamos en la esperanza y nos sostiene la esperanza.
Y así, cuando—en el evangelio de hoy-- Tomás pregunta: “Pero ¿cómo será eso? ¿Cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde: Yo soy el camino y la verdad y la vida.
Creed en Dios y creed también en mí.
Nuestra vida, a veces rota por los dolores, el cansancio, los años y los desgastes de la vida,...la enfermedad o la muerte.. tiene una ranura, una fisura, una grieta por donde entra la luz.
Y en Jesús de Nazaret (en su mensaje, en su vivir y en su morir. En su Resurrección), hemos descubierto que esa luz que sostiene y alienta nuestro caminar diario es la presencia de un Dios que se ha querido poner a nuestra altura. Que se ha hecho pequeño para que nosotros seamos más grandes.
Ya no estamos solos. Y no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad, ya no estamos sumergidos en pura tiniebla. ¡Él está con nosotros! ¡Hay una luz! Una luz que toca (también), e ilumina (también) mi vida.
Dios irrumpe en la historia para nuestras curar heridas y devolvernos la esperanza
Ahora en Jesús: todo cambia.
Es posible vivir con esperanza.
Dios mismo comparte nuestra vida y con él podemos caminar hacia la plenitud.
El “Yo soy el camino, la verdad y la vida”
Nos abre otro horizonte. Nos abre a la plenitud. Nos aboca a Dios.
Ese Dios en el que creemos que hoy acoge, sana, salva y resucita la vida de los que han muerto.
De JOSÉ LUIS MARTIN-DESCALZO
Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.