“No te hagas ilusiones”
Una frase que nos han dicho alguna vez o que igual también se la hemos dicho nosotros a otra o a otras personas. O incluso nos la hemos dicho a nosotros mismos.
No te hagas ilusiones.
Quizá ante una relación en la que queríamos reconciliarnos, pedir perdón o volver a intentarlo.
O ante una enfermedad
O ante un proyecto a lograr
O ante un cambio de actitud personal
O ante un cambio político o económico
O ante una situación de la iglesia….
Al leer el evangelio de hoy me imagino a aquellos hombres leprosos que salieron a donde pasaba Jesús y se pararon a lo lejos.
…Y, quizás también, se decían unos a otros: “No nos hagamos ilusiones”
Hay que tener en cuenta –como sabéis—que los leprosos (en tiempos de Jesús) eran vistos y tenidos como personas impuras (por la ley civil y religiosa). Su enfermedad era vista como un castigo de Dios.
Expulsados de la comunidad, vivían en lugares apartados.
Expulsados, excluidos, marginados, abandonados a su suerte
Por eso, yo creo que se dirían incluso a sí mismos: Aunque sea el profeta de Nazaret, aunque sea el Maestro (pues así le van a llamar), no hay que hacerse ilusiones.
Pero a pesar de todo su grito nació del corazón y de su vida maltrecha.
Y desde lejos gritaron:
“Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”
La fe nace muchas veces de un grito.
Y dice el evangelista Lucas que Jesús “AL VERLOS”
Eran unas personas invisibles para la sociedad. Y Jesús los ve. Y se detiene. Y se compadece y se pone en su lugar.
Y ellos, confiados y confiando, notan en su cuerpo y en su alma su mirada compasiva y su palabra sanadora.
Y marchan fiándose solo de su palabra. No están aún curados pero confían.
Y yendo a presentarse a los sacerdotes (para que testifique que están curados. El requisito legal para poder incorporarse a la sociedad) van viéndose uno a uno curados.
La curación de los 10 leprosos no fue fruto de un rito mágico o un hechizo. Su curación fue fruto de la confianza que ponen en Jesús. Creen que Él puede hacer posible lo imposible.
Quedaron limpios de su enfermedad, pero además recobran su dignidad, vuelven a reinsertarse en la sociedad, a vivir con su familia y su gente. Pueden sonreír y esperar.
Y termina el evangelio de hoy contándonos como uno de ellos.
(Y Lucas sorprende a sus oyentes añadiendo que era un pagano, un extranjero, alguien que para los judíos no era tenido por religioso,…)
Que solo uno de ellos… se volvió a dar gracias y a alabar a Dios.
Al que Jesús le dirá: Vete, tu fe te ha salvado.
Dar las gracias, ser agradecido/a, dar gracias a Dios solo se hace desde una postura consciente y humilde.
Cayendo en la cuenta de ¡Cuánto he recibido gratis! en la vida.
Y humildemente, porque cuando me quito todos los egos y prepotencias, solo me queda la palabra GRACIAS.
Dar gracias una y otra vez para ser personas agradecidas.
Aprendiendo a vivir con agradecimiento.
Porque acaso ¿no debería dar gratis lo que gratis he recibido?
Y así volver a oír de nuevo las palabras de Dios que me dice: Tu fe te ha salvado!
Tu fe te ha trasformado, no solo por fuera sino también por dentro.