El punto de inflexión no es la llamada sino el seguimiento. Lo que nos hace verdaderos discípulos de Jesús no es solo la llamada sino el seguirle, el seguir sus pasos.
Ayer en el comentario de la Palabra decíamos que Sí, que Dios llama a todas y a todos, porque está en todos y en todo.
Pero la cuestión no es solo la llamada sino el seguimiento.
Un seguimiento que germina y comienza a crecer en medio de la experiencia del día a día. En medio de las dificultades y/o de los aconteceres personales, familiares, sociales, políticos….
-Se oía que las autoridades habían arrestado a Juan –dice el evangelio-, en el pueblo se vivía el anhelo de un mundo mejor y más justo: ¡Cuando venga el Mesías!
En el trabajo diario (“en la barca repasando las redes”), con la familia (“con su padre Zebedeo”), viviendo como hermanos (“Simón y su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan”). En lo cotidiano, e incluso en lo rutinario y cansino de la vida.
En segundo lugar: estar atentos para oír las llamadas, los susurros, los gritos de hoy. Es la actitud y la disposición necesaria para percibir la llamada y hacer crecer las ganas por ponerse en marcha.
¿Qué llamadas, qué gritos percibes hoy? ¿Oímos el de los trabajadores que pierden su empleo, el silencioso de los enfermos, el callado de los mayores, el ahogado de los que no pueden más, el… ?
Las llamadas a la responsabilidad, a la esperanza, al colaborar, a…
Dios llama, casi exige (“Veníos conmigo”) pero necesita oídos que escuchen.
Y en tercer lugar: “Inmediatamente lo siguieron”. Ponerse en marcha. Seguir sus pasos. Hacer experiencia.
Y para ello hay que dejar (cosas, barcas, familia,…) seguridades.
Ser discípulo, ser cristiano, no es solo cuestión de llamada sino sobre todo de seguimiento. De respuesta humilde, sencilla pero comprometida y decidida de seguir a Jesús.
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Descubres mi camino de libertad.
Pones en mi corazón
una pizca de esperanza
y en mi alforja
confianza en los otros
Me invitas a seguir adelante,
a buscar mi propia senda,
mi horizonte
(Victor Urrutia)