A la aclamación entusiasmada por algo que ocurre o ha ocurrido uno se suma de manera espontanea. Así, sin mucho pensar. Solo porque le brota de dentro.
Lo vemos estos días cuando salimos a las ocho a la ventana/balcón para expresar agradecimiento y homenaje.
Y dice el evangelio de hoy que aquel día, cuando Jesús llegaba con sus discípulos a Jerusalén, la gente que se les fue juntando gritaban entusiasmadas y decían: ¡Hosanna! ¡Viva!. Un grito que contagió a otros que se sumaron.
Unos expresaban más una reivindicación política: ¡Viva el hijo de David!. Otros una aclamación más religiosa: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!. Pero ambos gritos unidos en el entusiasmo. Porque ambos vienen de Dios.
Entusiasmo (proviene del griego y significa) = “Dios está dentro de ti”
Alabanza y compromiso, fiesta y lucha, oración y solidaridad, grito de alabanza y de denuncia, … expresando el entusiasmo, el Dios dentro de ti.
Reconociendo a Jesús (como nos cuenta el evangelio de hoy) en el que viene y en el que viene por los caminos de lo pobre, lo sencillo y con el pueblo. Montado en un borrico, como un peregrino más.
Pero a los signos de jubilosa exclamación le sigue el personal y silencioso signo de interrogación. Que demanda una respuesta.
Pero… “¿Quién es este?”
Para que, guardando silencio, cada uno/una podamos contestar: Y para mí ¿Quién es?
Oyendo de fondo el testimonio de tantos y tantas que con su vida dicen: “Es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea”