Es distinto tenerse por bueno, por justo, por… que serlo.
Porque tenerse por bueno supone mirar y ponerse en relación a otras personas a las que tengo que, de alguna manera, despreciar y llamarles malas, injustas y… para poder afirmarme yo mismo.
“Dijo Jesús esta parábola por aquellos que teniéndose por justos despreciaban a los demás”
Dos personajes están en el templo. Han ido a orar.
Uno presenta su lista de méritos, su cartilla de puntos. Solo habla de sí mismo. Mira hacia fuera. De pie, levanta las manos como para que le aplaudan. No escucha a Dios. Se compara, superior, con los demás.
El otro. No levanta los ojos. Se mira hacia dentro de sí. Se siente frágil y arrepentido de su estilo de vida. Y, en silencio, quiere escuchar y confiar en Dios.
Dos personajes. Pero sobre todo dos actitudes.
Y, claro!, dime como rezas y te diré como vives.
O desde actitudes de desprecio a los/las demás por su manera de ser. O por su apariencia. O por su cultura, religión,… Desde el que dice “ese no es mi problema” ante lo que ocurre o les pasa a otros.
O desde esa actitud de (aun sintiéndome frágil y débil) escucha. Actitud abierta, disponible. Dispuesta a la equivocación, al perdón, a la reconciliación y al empezar de nuevo.
“Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”