Desde Evang domingo 22 Abril

  • 22 de Abril de 2018
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Cuando estamos en un lugar con mucho ruido, barullo y voces… si alguien, levantando solo un poco la voz, dice nuestro nombre enseguida volvemos la cara.
Es que el sonido dicho de nuestro nombre tiene un algo especial. Nuestro no es un nombre o una palabra cualquiera. Soy yo.

Hoy el evangelio nos habla de esa experiencia de llamada personal. De nuestro nombre dicho en forma de proyecto personal y social, de camino vital, de vocación…

Lo esencial para el cristiano es escuchar la voz de Jesús. Que habla en los acontecimientos diarios, en el testimonio de los demás, en los conflictos y luchas sociales, en la conciencia de cada cual…
Después de escuchar viene seguir. Seguirle.
No basta solo haber escuchado.
“No pidas a Dios que guíe tus pasos si no tienes la intención de mover los pies”
Consiste en creer lo que él creyó. Dar importancia a lo que él dio. Defender la causa del ser humano como él la defendió. Acercarnos a las personas más desfavorecidas y necesitadas como él se acercó. Confiar en Dios como él confío. Enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza y el sentido con los que él se enfrentó.

Esa llamada de Dios tiene una cosa bonita e importante, y es que no es obligatoria. Dios no obliga. Somos libres para escoger, querer o seguir.
Pero eso sí, si optamos y decidimos tenemos la obligación de dejar huella.

“El buen pastor da la vida por sus ovejas”, las conozco y ellas me conocen.


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