Diálogos. Desde evang 12 Marzo23

  • 12 de Marzo de 2023
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Era alrededor del mediodía. Cuando el sol aprieta. Cuando la sed se hace casi insoportable.
Dice el evangelio: la hora sexta.

Todos/as vivimos esa hora, esa hora sexta, esos momentos que hacen referencia a nuestros agobios, a nuestros miedos más ocultos, a nuestras heridas más dolorosas y doloridas. Esas que nos provocan más sed y más ganas de beber.

Esa hora que cansados/as del camino, nos obliga a sentarnos junto al pozo, junto a los pozos. Soñando, anhelando el agua que tienen. Esa agua de la que han bebido y beben todos (Jacob, sus hijos, sus ganados,…)


Pero hoy (como dice el evangelio) debemos escuchar en el fondo de nuestro corazón esas palabras de Jesús que nos dicen:
“Si conocieras el don de Dios…” Si conocieras el don de Dios…”

Y (a pesar de todo) nosotros, como la Samaritana no nos lo creemos del todo y decimos: “Pero si tú no tienes cubo y el pozo es hondo, y además nosotros tenemos una tradición que dice que siempre ha sido así”

Y Dios nos dice de nuevo: “Yo te daré un agua viva. Esa que saciará tu sed para siempre”
Y nosotros nos derrumbamos y con lágrimas en los ojos decimos: “Señor, dame de ese agua, para que no tenga más sed”

Es la confesión, la petición de confianza, de fe.
La primera palabra fue el ruego, la segunda el amparo.

El diálogo con Dios (como el de la samaritana con Jesús) nos lleva al amparo. A sentirnos acogidos y cuidados.
“Ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte”… como dice la oración.

Como se sintió aquella mujer de Samaría que de ese encuentro con Jesús, dejando su cántaro (aquel que le daba seguridad, aquel que contenía aguas que no le quitaban la sed profunda) corre al pueblo para decir a sus vecinas y vecinos:
“Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho ¿No será el Mesías?”

Y es que el encuentro con Jesús nos lleva también y sobre todo a mirar y revisar lo que somos, lo que hemos hecho y hacemos.


Pero… no quiero que creáis estas palabras mías. Como dijeron los del pueblo, decidme:
“Ya no creemos por tus palabras, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo”



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