Diálogos. Desde evang 24 abril22

  • 24 de Abril de 2022
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Dice un poema de Rosalía de Castro, en uno de sus versos:
“Es verdad que todo
para siempre se acabó?
No, no puede acabar lo eterno,
ni puede tener fin la inmensidad”

Es quizás la pregunta que también los discípulos se repetían ¿es verdad que todo para siempre se acabó?
Por eso, aunque --así comienza el evangelio de hoy—era el primer día de la semana, ellos están aún en el atardecer y con las puertas cerradas y con miedo.
Están mirando atrás más que adelante.

Pero todo cambió cuando Jesús se puso en medio y les dijo “Paz a vosotros” y les enseñó las heridas, las cicatrices de las manos y el costado.

Entonces, como decía el verso, fueron descubriendo que “no puede acabar lo eterno, ni puede tener fin la inmensidad”
Y así se lo decían, alborotados y emocionados a su compañero Tomás: “¡Hemos visto al Señor!”


Pero… y nosotros/as, hoy cómo y dónde descubrimos o podemos descubrir al Resucitado.

En el evangelio de hoy vemos unas serie de pistas para podernos encontrar también, como los discípulos, con el Resucitado.

1.- Debemos poner en medio de nuestra comunidad, en medio de nosotros, en medio de la iglesia a Jesús.
“Se puso en medio”
SI en nuestros grupos, familia, vida, comunidad…Jesús no está en el centro, se quedará solo como un adorno o como una tradición lejana o una mera curiosidad.
Y es que una iglesia que pone en el centro más sus normas, sus leyes, sus ritos, su… y no a Jesús: se convierte en una mera organización sin vida.

2.-Es necesario acoger y ofrecer la paz. En un mundo violento y en guerra debemos ser constructores de paz. Ofrecerla y crearla desde la justicia en nuestras relaciones personales, familiares, sociales.
“Paz a vosotros”

3.- Aprender a dar perdón y a perdonar.
“A quienes les perdonéis los pecados…”
El perdón no es una actitud de los débiles sino un atributo de los fuertes.

4.- El tocar las heridas. Sin tocar el dolor, el sufrimiento, sin estar cerca de las personas que sufren. Sin sentir en nuestro hombro sus lágrimas. Sin compadecerse de los sufrimientos del mundo, sin….
Este es un camino también imprescindible para encontrar y encontrarse con Dios, con Jesús el Resucitado.

5.-Otra vía más es: dejarnos guiar por el Espíritu, el Espíritu de Dios.
Abiertos al soplo de Dios. Que nos lleva y nos empuja donde sólo por nuestra cuenta muchas veces no iríamos.
El Espíritu, que como el primer día de la creación nos hace pasar de hombres de barro a personas vivientes.
“Soplo y les dijo: recibid el Espíritu Santo

6.-La duda. Expresado hoy en Tomás.
La duda es también un componente de la fe. Muchas veces en los Evangelios, distintas personas, personajes, le dicen a Jesús: “Señor, creo pero aumente mi fe. Esa duda que muchas veces es un grito: ¡Señor sálvanos!, ¡Señor, ten piedad de m!
Y del grito, la fe.


Pero y todo ello ¿para qué? ¿Para qué queremos encontrarnos con el Resucitado?
Pues … para tener alegría. Esa alegría profunda que llena la vida. “Se llenaron de alegría.
Y para –como dicen las últimas líneas del evangelio de hoy— para que creyendo (encontrándonos con él) tengamos VIDA en su nombre.


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