Estamos ya en la mitad del tiempo de Cuaresma y la parábola de hoy viene a decirnos una palabra clave: Volver.
Volver la cara a Dios
Volver la cara al sufrimiento, a lo que ocurre, a la situación de los demás,…
Volvernos a mirar a nosotros mismos.
¡Y es que muchas veces miramos para otro lado!
La parábola es una llamada a volver a Dios.
-Porque estamos lejos dilapidando los recursos que tenemos, las cualidades que se nos han dado, la “herencia” que recibimos, porque estamos lejos “cuidando cerdos” como el hijo menor.
-O estamos lejos como el hermano mayor. Y no nos alegramos del “hermano que estaba muerto y ha revivido”.
Lejos porque solo sabemos cumplir mandamientos pero no sabe amar. No acogemos ni perdonamos. Cumplidores (para ganar méritos) y despreciando, rechazando y condenando a quien no cumple. No alegrándose del bien ajeno
Es la parábola del Padre bueno
Jesús nos quiere contar como es Dios.
Un Dios cuyo amor rompe todos los esquemas. Un amor desconcertante.
Lo vio de lejos, se conmovió, salió corriendo, le abrazó (se le echó al cuello), y lo cubrió de besos.
Y prepara un banquete de fiesta.
O que con el hermano mayor: sale e intenta convencerle de que entre a la fiesta. Y que ante el duro reproche del hijo: le dice con cariño: Hijo mío… Si tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo.
Un Dios, que ante el reproche de duro corazón del hijo mayor cuando dice Ese hijo tuyo. El padre responde este hermano tuyo.
Así es Dios, dice Jesús.
Dios es Amor.
“Volveré a donde mi padre y le diré….”