Entrar en la sala quitándonos los zapatos y dejándolos fuera, es como dejar atrás lo andado.
Simbólicamente dejamos “lo que traemos” de fuera y nos hacemos más conscientes de que nos adentramos en un espacio y en un rato de silencio y silenciamiento.
A pie descalzo intuyes más que estás entrando en un lugar y en un momento distinto. Donde hay una predisposición mayor a dejar el hacer y el pensar y adentrarse en el estar y el ser.
–Aquí estoy –contestó Moisés.
Entonces Dios le dijo:
–No te acerques. Y descálzate, porque el lugar donde estás es sagrado.
(Éxodo 3, 4-5))