Diálogos. Desde evangelio 5 Dic

  • 05 de Diciembre de 2021
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1.- Siempre hemos dicho (al acercarnos a este Evangelio) que el personaje principal es Juan Bautista. Pero sin embargo el “protagonista” principal es la Palabra. La Palabra de Dios.

Una Palabra que se posa en la historia. En una historia concreta. En la historia de cada tiempo.
La Palabra de Dios no es una idea volátil, sino una experiencia de vida y vida concreta.
Todo está puesto al servicio de esta realidad

Una Palabra que, sin embargo, no resuena en el palacio imperial ni el grandioso templo de Jerusalén, sino en el desierto. En la periferia. En el silencio.
Y siempre que hay una actitud de vida, de acogida, de humildad, de disponibilidad.

La Palabra viene, vino sobre la historia pero se posa en una persona concreta. En este caso en Juan, el hijo de Zacarías.


Y así, la salvación es el resultado de dos caminos que se encuentran: El recorrido por Dios y el recorrido por el ser humano concreto y con sus circunstancias.

Yo debo caminar al encuentro del Señor (con mi historia, mi vida, mis aciertos y muchas veces mis fallos…pero en actitud de acogida, apertura, humildad,….)
Y la Palabra de Dios, Dios mismo, que viene.

Y “Todos verán la salvación de Dios”


2.- El encuentro con la Palabra de Dios no es para quedarnos ensimismados, sino para la “conversión de los pecados”, es decir para corregir nuestra vida, para enderezar, para rebajar, para limar,….—dirá simbólicamente el profeta.
Es decir para cambiar y, viviendo con más gusto y más sentido, poder acoger la Vida, la Salvación, a Dios.
Para que nuestra vida tenga más vida, más salvación más Dios.

Llévame al desierto
y susúrrame, en el silencio,
Tu Palabra.

Condúceme por la ciudad
y grítame entre el tráfico y el barullo,
tu Palabra.

Dirígeme por tus caminos
y dime, quedamente,
Tu Palabra.

Guíame a la periferia de siempre
y enséñame, con paciencia,
tu Palabra.

Álzame por encima de mis problemas
y desvélame, con gracia y ternura,
tu Palabra.

Conviérteme a Dios y a su Reino
y anímame a escuchar, en este tiempo propicio,
tu Palabra.

Ponme en los lugares más necesitados
y que me empape, suavemente,
tu Palabra.

Acércame a las páginas de tu Evangelio
y espera, Señor, que crezca y se haga vida en mí
tu Palabra.


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