Comentario desde el evangelio de este domingo

  • 08 de Julio de 2016
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“Pero un samaritano que iba de camino,..llegó a donde estaba él, y, al verlo…”

Ponernos en marcha, en movimiento,... salir fuera de nosotros mismos, hacia la realidad que nos rodea, hacia tanta gente que nos acompaña en el camino de la vida, y que sobrellevan sus pequeñas o grandes penas. Salir de nosotros mismos hacia quienes más nos necesitan, salir sin pensarlo mucho, con ese impulso humano que nos lleva a re-conocer "al otro" y a ponerme en su lugar, o simplemente estar cerca de él. “Tu vida me importa”.
Para ver. Si no ves, no sientes. Si no miras, no te implicas. Si no sabes quién es tu prójimo, no tienes por qué comprometerte. Si no escuchas a otro, no te sientes ligado con el problema.


“…tuvo compasión; y acercándose…”

Se le conmovieron las entrañas. Se le puso como un nudo en el estómago.
No es pensar con la cabeza. Es toda la vida. Cabeza. Tripas. Corazón…
Esa capacidad de padecer con otros. No solo de conocer, sino de acercarnos y acompañar el sufrimiento y las dificultades de quienes están a nuestro lado. De hacernos cargo de su realidad y disponernos a acogerla, a cargar con ella sin juzgarla, ni maltratarla. Ahorrándonos los consejos fáciles y los sermones. Ofreciendo nuestra presencia, nuestro tiempo, todo aquello que pudiera aliviar su sufrimiento.


“…vendó sus heridas, echando aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y…”

Reacciona, se implica y se compromete.
Acciones concretas orientadas a erradicar el sufrimiento o, al menos, aliviarlo.
Después de los primeros pasos, ahora toca no mirar a otro lado, no eludir nuestra responsabilidad, y apostar por una solidaridad humanizadora y claramente gratuita, sin esperar nada a cambio.
Es el tiempo de los gestos, del compromiso en función de las posibilidades de cada uno, y… de exigir (también y además) a nuestros gobernantes una respuesta a la altura de la dignidad y derechos del ser humano.


El Buen samaritano de la parábola (Lc 10 25-37) es el que realmente se llenó de vida. Porque vivir es des-vivirse. Des-vivirse para que aquellos que están medio-muertos re-vivan.



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