Reconocer y reconocerse

  • 24 de Junio de 2019
imagen Reconocer y reconocerse

Dice el lema que hemos puesto a este encuentro:
Ponle cara… Nos reconocemos.

Berriona no es ni quiere ser solo un lugar donde venimos a hacer o disfrutar más o menos de unas actividades preparadas
SINO que BerriOna es y quiere ser, sobre todo, una experiencia de encuentro y de relación.
Que nos ayuden a ser, a vivir, a creer y a construir un mundo y unas relaciones más equilibradas, justas y dignas.

Cada persona somos portadores de un poco del “misterio del mundo y de la vida, de Dios” de los cuales somos parte.

Por eso, cuando nos encontramos, ese encuentro nos enriquece. Y en él nos sentimos reconocidos.
Este encuentro no puede ser un mero topetazo, o encontronazo.
Tiene que ser un encuentro consciente.
Donde se mira a los demás con acogida, escucha y respeto.

Y donde dejarse mirar por los demás.
Pues su mirada nos da reconocimiento y seguridad.
Y sentimos como si nos dijera: “Tu vida me importa”

Pero, además, en BerriOna intuimos y se descubre otra mirada. La mirada de Dios.
Una mirada que nos reconoce: “Tu eres mi hijo, tu eres mi hija amada y predilecta”
Una mirada que nos serena y que nos salva.

Lo vemos más gráficamente en el libro del Génesis (cap. 16) al hablar de Agar.
Agar es una esclava en casa de Abrahan y Sara.
Un día huye. Está embarazada. Y cuando se detiene al borde de la muerte junto a un pozo en el desierto, Dios le sale al encuentro y le promete una descendencia numerosa.

Y Agar oró así a Dios:
“Tú eres el Dios que me ve”.
He visto al que me ve –de dice así misma-

Agar formula su experiencia de Dios como un Dio vivo y que la ha mirado en ese momento de muerte.
Y esa mirada la ha transformado.
La ha cambiado radicalmente por dentro, haciéndola profundamente consciente.
Ahora es otra persona la que regresa y recomienza su vida.

Para Agar Dios es un pozo de agua en medio del desierto.
El pozo de Aquel que vive y me ve

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También en BerriOna se provoca un encuentro donde se mira a los demás con acogida, escucha y respeto; donde dejarse mirar por los/las demás pues la mirada del otro nos da reconocimiento y seguridad; y donde descubrimos la mirada de Dios que nos mira y cuya mirada nos nos transforma y nos salva.

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Reflexión al hilo del Encuentro fin de curso del pasado 22 de junio.


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