Desde el Evangelio domingo 5 Mayo 2019

  • 05 de Mayo de 2019
imagen Desde el Evangelio  domingo 5 Mayo 2019

El día pasado los discípulos estaban en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos.

Hoy una nueva escena. Un nuevo escenario. Los discípulos han vuelto a las tareas de cada día. A su trabajo, a sus ocupaciones diarias, a la vida normal del día a día.
“Me voy a pescar”-dice Pedro. “También nosotros vamos contigo”-dicen los demás.

Pero se sentían (o mejor se sintieron) perdidos.
• aun era de noche (“estaba ya amaneciendo…”)
• no habían pescado nada.
• no reconocen a los que pasan al lado (“se presentó en la orilla pero no sabían que era Jesús”

Acaso ¿no nos suena esto también en nuestras vidas?

Cuando nos limitamos a hacer y hacer, cuando nuestra jornada está recargada de trabajos, de prisas, de tareas… y al final sentimos o nos encontramos vacíos, decepcionados…
Hacemos cosas. Sabemos lo que tenemos que hacer. Pero quizás con frecuencia no sabemos lo que debemos ser.
A veces también nosotras/os nos sentimos perdidos.
Necesitamos centrarnos, serenarnos, volver al centro, centrados en lo esencial.

Y para nosotros, los cristianos, el centro está en Jesús.

Y mira…como Juan (el discípulo que tanto quería Jesús) enseguida lo descubre y lo grita a los cuatro vientos: “¡Es el Señor!

El Resucitado en medio de nuestras cosas, de nuestros trabajos, de nuestra vida. Para no sentirnos perdidos.
Sosteniendo y animando todo lo bueno, lo justo y honrado que tiene nuestra vida.
Él está en nuestros proyectos, expectativas y futuro, manteniendo la ilusión y la esperanza, contra todas las dificultades.
El está en nuestras lágrimas y penas como consuelo permanente y misterioso.
El está en nuestra misma muerte como vida que triunfa cuando parece extinguirse.


Desde la mañana quiere venir con nosotros. Acompañándonos en nuestras tareas, trabajos y ocupaciones diarias.
El nos ayuda a centrarnos. A serenarnos. A encontrar el sentido a lo que hago.

Y cuando descubrimos eso, vemos como:
• también en nuestra vida (atravesando las sombras) amanece (“Estaba ya amaneciendo cuando…”)
• Nos fiamos, confiamos y lo intentamos otra vez (“Echad la red a la derecha y encontrareis..)
• Los frutos son más abundantes (“153 peces grandes”)
• Los gesto de fraternidad y compartir se multiplican (“las brasas, el pescado, el pan y el diálogo compartidos en la orilla).
• Y empezamos a reconocer a Dios en la vida. (“Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quien era, porque sabían bien que era el Señor”)


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