Siempre me han llamado positiva y gratamente la atención esas personas que en nuestra sociedad actúan, viven y “se complican la vida” en acciones y en defensa de otras personas o pueblos que sufren situaciones injustas.
Y no es fácil ese salir de lo establecido, separarse del “siempre se ha hecho así”, estar un poco fuera de la norma habitual y forma social. Para ello, hace falta “espíritu”. Un Espíritu de solidaridad, de amor, de compasión. Un Espíritu que nos lleva a ser mas humanos y, por tanto, más espirituales.
Ese Espíritu de equilibrio que nos pone entre la libertad y el sentido común.
Que transciende nuestros círculos de confort para ampliar nuestra familia a un poco más allá. Donde “cualquiera que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
El Espíritu que empujaba a Jesús “a anunciar la Buena noticia a los pobres” y le hacía libre.
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En Ver Adjunto: la página del evangelio de hoy.
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