Desde el Evangelio domingo 9 Julio

  • 07 de Julio de 2017
imagen Desde el Evangelio  domingo 9 Julio

(En parte tomado de un texto que leí en cierta ocasión y que guardé)

Venimos de la vida, con todas sus aventuras. Con sus días buenos y malos. Con las grandes batallas de las que salimos a veces vencedores, y a veces escaldados. Ahí están los parajes cotidianos, en los que celebramos, soñamos, amamos, lloramos y reímos. Nos levantamos con el pie derecho o con todas las heridas en carne viva. No todo es siempre fantástico, entretenido o facilón, ¿verdad? Ni puede ni debe ser así. Porque en la vida, en cuanto la tomamos un poco en serio, surgen las complicaciones. Y toca enfrentar dificultades

Hay momentos en que parece que no puedes más. En que cuesta encontrar los motivos.

Quizás esos días eres más susceptible, estás más irritado, o acaso la fatiga se convierte en tristeza. Y añades al cansancio la sensación de disgusto. Entonces te cuesta más hablar de amor (o amar). Y le ves las aristas a todo. Por eso es necesario, en ocasiones, reconocerse más débil, más frágil, y darse una pausa y dejarse cuidar.

Digo esto a cuenta del Evangelio de hoy. Y de eso que dice Jesús: "Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré"
¿De qué manera Dios nos ofrece descanso? Quizás recordándonos que nos acoge y nos quiere tal y como somos. Recordándonos que somos hijos e hijas, queridos, con nuestras luces y nuestras sombras. Que no siempre podemos estar a la altura de nuestros sueños, ni de su evangelio.

Sin conformarnos con la mediocridad, pero sin exigirnos una perfección imposible e inhumana. Saber bajar a veces los brazos, callar, dejarse ayudar y dejarse tocar por otros brazos, por otras palabras, por otros ecos. Y entre esos brazos, palabras y ecos, está, sobre todo, la voz y la caricia de Dios. Inmortal y eterna. Una voz que me sigue diciendo, siempre: no temas, que yo estoy contigo.

En el evangelio, hoy Jesús nos habla desde el corazón y desde la vida y... al corazón y a la vida.

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El Evangelio de hoy = Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»




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