Decía Camilo de Lelis: “Más corazón en las manos, hermanos”.
Las bienaventuranzas no don unos mandatos a cumplir, ni son unas normas para enmarcar, ni una interesante teoría para explicar.
Las bienaventuranzas descubren su fuerza y su interés cuando hay personas, normalmente ocultas, héroes anónimos, que las portan y las viven. Gente que sabe dar y entregarse sin nada a cambio para que otros y otras tengan.
Gente que vive el desprendimiento como una riqueza.
Gente, personas que prefieren ser pobres antes que rico opresor.
Que prefieren llorar antes que ver llorar a otros.
En definitiva, gente (personas) que pone el corazón en las manos, haciendo creíble la utopía del Amor y del Reino aquí y ahora.
¡Bienaventurados, bienaventuradas!