Diálogos. Desde Evang 6 nov22

  • 06 de Noviembre de 2022
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Todos sabemos, y estamos de acuerdo, en que vivir no es solo “sobre-vivir”, en el sentido de “ir tirando” o de aguantar, buscando siempre nuevas experiencias y sensaciones más o menos placenteras. Haciendo sólo lo que me apetece y repitiendo: “Que cada uno haga lo que quiera!”

Necesitamos algo más que sobre-vivir: ¿Verdad?
Necesitamos ser conscientes de nuestra vida. Saber nuestras posibilidades y también de nuestras limitaciones.
Necesitamos coger las riendas
Porque, además, –ya he dicho más veces- vivir no es cuestión de suerte o de azar es sobre todo cuestión de elección, de opción personal, de de decisiones.

2.- Y es que: ser creyente en Jesús es ir descubriendo una vida más grande, más plena, más auténtica. Una VIDA que llega hasta la vida eterna.
El cristiano siente que, ya desde aquí y desde ahora, se nos llama a la vida, a la Resurrección. Que la VIDA es más que esta vida.

El seguidor de Jesús sabe que vivir es desgastarse, volcarse, entregarse para que otros tengan vida. O al menos un poco más de vida.
Apostando por romper aquellas situaciones (marginación, dolor, miseria, injusticia, violencia…) que hacen que personas y pueblos malvivan y mueran.


A los cristianos también nos toca (hoy más que nunca):
Ante las situaciones de fragilidad (guerra, pandemia, situación económica, etc..) = crear puentes.
En un mundo inédito ser pioneros construyendo puentes para transitar.

Ante la ansiedad que genera la incertidumbre de este tiempo: Apostar por el conocimiento y la presencia. Por el enraizamiento y la adaptabilidad.

Ante la complejidad de las situaciones que vivimos. Escuchar y contemplar la realidad. ¡A ver que nos dice!
Con la confianza de que todo acabará bien. Que todo tiene un sentido.

Ante la ambigüedad (que parece que aquí nadie se entiende) Cultivar la transparencia y la intuición. Cultivar la mística de ojos abiertos.
Somos: lo que somos capaces de mirar en profundidad.
Esto viene a cuento del Evangelio de hoy. El que hemos escuchado.
Donde Jesús no anda preocupado por resolver problemas o ejemplos casi ridículos.
La preocupación de Jesús va más por decirnos que Dios es más grande. Que su poder y su amor son capaces de crear cosas nuevas y que su fidelidad dura por siempre.
Que Dios es Dios de vivos y de vida. (Y no de muerte)

Los cristianos tenemos que recordar, ahora más que nunca, que creer en la Resurrección es mucho más que cultivar un optimismo barato en la esperanza de un final feliz.
El creyente siente que desde aquí mismo, y desde ahora, se nos llama a la Resurrección y a la vida. Y que por lo mismo debemos hacernos dignos de tomar parte en ella.
Que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, porque para él todo viven (o todos deben vivir)


¿Por qué nos empeñamos en verte
como antagonista de nuestra vida,
amenaza de nuestra libertad,´
juez de nuestro amores,
aguafiestas de nuestras alegrías,
tropiezo de nuestros andares?

¿Porqué te tratamos
como texto escrito,
o como idea de libro y reflexión de grupo,
como liturgia y rezos de oraciones hechas?

¿Por qué jugamos a ponerte a prueba de nuestras preguntas,
a atraparte con nuestros torpes saberes,
a hacerte cómplice de nuestras decisiones?

¿Por qué no desvirtuamos el amor y la compasión
y obviamos tu invitación a estar donde hay que estar
como humanos, ciudadanos y creyentes?

Oh Dios, Tú que eres el Dios de la vida
y no de muerte ni de suerte,
renuévanos y ponnos en sintonía
con tu Espíritu de siempre
y los signos que te preceden.
Borra nuestras falsas imágenes.
Que tu Espíritu grabe la suya para siempre.


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